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Transcurridos unos meses de mi entrada en el taller de Francis Geraldía como alumno y después de haber realizado varios ejercicios de modelado de anatomía me comentó el imaginero: ¨¿Por qué no haces un busto de un cristo o una virgen?¨En ese instante se me pasó por la mente la idea de modelar una dolorosa y así lo hice.Poco a poco iba apareciendo ante mí la cara de una mujer, una mujer doliente y sollozando, sonó un nombre de alguien que me gustó, Soledad.
Terminado el busto fue el propio escultor el que me animó a realizar el candelero y las manos para la dolorosa.El tiempo pasó casi sin darme cuenta y llegó el día, ese día que deseaba que llegara pero que a la vez no quería que llegase nunca, tenía ante mí a María Santísima de la Soledad, mi primera obra.
Es indescriptible la sensación que produce la contemplación de una imagen propia, me costaba creer que de mis manos saliera la que siempre será mi virgen mi soledad.
El primer emplazamiento de la imagen fue el salón de juntas de la hermandad del Santísimo Cristo de la Sangre a cuya junta de gobierno pertenecía yo entonces, en la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria de Medina Sidonia. Encomendé entonces la imagen a nuestro párroco José Manuel Daza para que buscase un lugar mas apropiado para la imagen. Pasados unos días, José Manuel me propuso donar la imagen a la hermandad del Santísimo Cristo de la Buena Muerte a lo que accedí sin pensármelo. Tras realizar todos los trámites necesarios y obtener el visto bueno de la comisión de arte del obispado, se realizó la solemne bendición. En adelante la imagen
recibiría culto en el altar junto a la imagen del Cristo de la Buena Muerte.
Aún hoy me conmueve entrar a verla y encontrarme con alguna persona que dirige una oración hacia Ella.
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